domingo, 18 de mayo de 2008

Elegía de la propia muerte



Llueve.
Mi abuela -orensana ella- decía que llovía
Cada vez que los muertos lloraban.
Lágrimas de muertos no son lágrimas de vivos, repetía.

Percibo, escucho el llanto de los muertos.
Desde Ransés II hasta Albert Einstein;
Desde el hombre tribal que hizo pan del trigo,
Hasta el Ona patagónico.
Desde Espartaco hasta la tristeza triste
que partiera el corazón de Neruda(Pablo, claro).

Percibo, escucho el llanto de los muertos.

Llueve.
La muerte cae sobre valles y montañas.
Desliza su rutina sobre el camposanto virtual
de ríos y de mares.
Se lleva al hombre de la estepa rusa
y a los nómades del Sahara;
al gaucho de las Pampas
y también a los asesinos de negros de Missouri.
No hace consideraciones entre el genio de Cervantes
y un proxeneta;
entre Beethoven
y cualquier sepulturero.

De manera inasible y silenciosa
penetra nuestra arquitectura
(el arsenal de la muerte:-virus y bacterias-
transforma al Pentágono en una caricatura)
colocando barrenos en los huesos;
dinamita las columnas de nuestro hábitat
como un francotirador de la sangre
disparando sus infinitesimales misiles
sobre nuestras células.
Descifra nuestros códigos genéticos
y se abate como el jinete negro del Apocalipsis
sobre la inocencia de nuestros glóbulos rojos.
A veces ejerce un sadismo feroz
hurtando las plaquetas blancas
y envenenando los eritrocitos de la sangre
de la Santa inocencia de los niños.
Y en un día cualquiera
en una hora cualquiera-soberana predadora-
activa las bacterias asesinas
y penetra en el gran comando central de nuestra nave
apagando –insensible- nuestros soles interiores.

“Yo soy la gran Patriarca de la Vida (nos susurra antes de destruir la última luz del intelecto);
Tengo control sobre un etnóforo
pero también digito tu vida(la vida del más presuntuoso espécimen del Cosmos)imponiendo las leyes de la existencia sobre el fallido experimento humano.
También lo hago sobre los vegetales e incluso con las rocas.
¡Ah, nada es comparable al placer de convertir la gigantesca montaña en un grano de arena!
Tengo potestad sobre asteroides y planetas.
Todo lo controlo, desde un collar de insectos hasta el latido de infinitud de estrellas; desde un quásar y un pulsar, hasta el conglomerado de millones de galaxias.
Yo soy la gran Patriarca de la Vida.

No todos me desprecian o me odian…
Me aman los suicidas y los hacedores de las guerras;
me aman los ocultos empleadores de Reyes,
dictadores y generales;
me aman el egoísmo y la codicia-inefable receta que hace más ricos a los ricos.
Me aman los cómplices de la sangre
y también los cómplices del hambre.
¡Bien por esos señores poderosos que detentan las patentes de las semillas transgénicas!

Me aman los rostros visibles e invisibles
de los dueños de los grandes laboratorios medicinales.
(con ellos siempre me aseguro una buena cosecha de cadáveres).
Me aman aquellos que usufructúan el nombre de Dios
para justificar los crímenes generados por el odio y el resentimiento-por otra parte, razonables.

Me ama Harry Truman(aunque a veces se revuelve en su tumba);
me ama desde aquella noche en que tomé las neuronas de su sueño
para sugerirle los temibles nombres de las ciudades
condenadas al fuego de todos los fuegos.

Me ama Lucifer;
el cavador de tumbas;
el Sureño de 5 estrellas
egresado de West Point,
el mismo que hizo realidad su particular sueño
de “Las mil noches y una noche”
torturando ciudadanos en Bagdad.

Me aman los asesinos a sueldo;
y por supuesto George W. Bush(padre e hijo);
me aman los Barones de la droga
que atiborran de oro los paraísos fiscales
asesinando el futuro de jóvenes y niños.


También me aman los alquimistas modernos
creadores de la nanotecnología.
Me aman mientras manipulan la materia.
y también soy respetada
por la hermandad de Yale
que se escuda en los Skul&Bones.
Soy venerada por el grupo Bleidenberg
y la familia Rockefeller.
Me aplauden de pie
los anónimos dueños de la Reserva Federal.
.

Me ama Brueghel (el viejo)
y el Goya desquiciado de esperpentos.
Me aman Verdi y Mozart
(a quienes agradezco sus grandiosos Réquiem)
Lovecraft y Niestche;
los empresarios de Pompas Fúnebres de la Tierra
y todos los testaferros del Nuevo Orden Mundial.

…Tú también debieras amarme
humanidad infecta y execrable.
Después de todo,
yo hice germinar la idea de un Dios
en el espíritu del hombre…
para evitar los suicidios en masa.

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