sábado, 11 de octubre de 2008

Ricardo Rubio

CUESTIÓN DE PRÁCTICA

Podría practicar para parecer pura, pensó. Cada casa conserva sus costumbres y cada caso tiene sus cosas. Lucía lucía una mínima y traslúcida bata blanca. Nadie la veía cuando su ceño fruncido era un singular símbolo del sufrimiento, cuando el largo gusano de la tristeza la socavaba subido al pozo de la pena. Dos hombres deseosos se pusieron de pie y desfilaron por el pasillo hacia los goces profundos que prometían tibieza. Luego, los jadeos y el hedor salieron del cuarto donde Lucía lucía sus encantos, donde lamía las salitrosas lágrimas que se lanzaban desde sus ojos al joven rubor de sus mejillas. Podría practicar para parecer pura, había pensado cuando los hombres entraron al antro con la impaciencia impiadosa del desenfreno. El burdel tembló y Lucía coronó su lamento. Afuera, la noche era gris; el silencio, flojo; el aire, rancio. Cuando salió del tugurio, Lucía lucía demacrada, descolorida, derrotada, decrépita, nula, mientras sus tacos batían el rocío azul de los adoquines y el frío estiraba el amanecer. No había hecho más que ochenta y se ganó el furor del mantenido que rumió de rabia: cómo, ella, con esos frutos, con esos cuartos, con esos huecos, no pasaba los cien. Y su demacrado, descolorido, derrotado y decrépito rostro recibió un concierto de golpes como de la ira de un demonio. Atragantada por tanto maltrato, Lucía lució satisfecha cuando el taco aguja salió por última vez del pecho del lumpen. Podría practicar para parecer pura, pensó, y durmió sus pesadillas.

1 comentario:

Unknown dijo...

El primero será el mío (RR) y es simplemente para agradecer esta publicación en la que no media ningún interés político, religioso, gastronómico y demás...
Muchas gracias.
Ricardo Rubio